Quinto día a Santiago Apóstol

Benignísimo Padre y Patrón nuestro, tan tiernamente amado del Salvador del mundo, que no quiso apartaros de su lado en las agonías que padeció en el Huerto, y le debisteis la dulce Piedad de disimularos que estuvieseis durmiendo, mientras su Majestad, desangrándose en sudor copioso, estaba orando; yo os suplico humildemente, que así como vos, recobrado de aquel sueño supisteis pagar al Señor aquel descanso con las fatigas, desvelos y sudores de vuestro Apostólico ministerio; hasta dar la vida por Él, que la había dado por vos,  así yo, considerando la gran pérdida de tiempo que diariamente hago en estar dormido para el cuidado de mi alma, y demasiadamente despierto para los del mundo, abra desde ahora con vuestro ejemplo los ojos, para ver cuán lejos voy del camino que me habéis enseñado, y conciba un propósito eficacísimo de desvelarme más por mi salvación y no perdonarme fatiga ni sudor alguno, que me conduzca para el bien espiritual de mi alma, por no degenerar de hijo vuestro y merecer por vos, y con vos, el eterno descanso. Amén.

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