¡Bienvenidos!
El día 1º de octubre del 2001, el obispo de la Diócesis Nivariense de aquel entonces, Don Felipe Fernández García, presidía la solemne bendición del nuevo monasterio presente en las Islas Canarias, Tenerife, dedicando también la iglesia conventual que resguardaría una imagen de la Virgen del Socorro, de quien el monasterio toma su nombre.
Actualmente, nuestra comunidad consta de cuatro miembros:
El P. Matías Vaylet (superior del monasterio), el P. Ariel José Calandra Rial, el P. Bruno David Cabrera Romero y el P. Juan Gabriel Lorenzo (hospedero).
Buscamos cumplir, con la ayuda de Dios, el propósito para el cual fue construido este monasterio y los hermanos Jorge Dorta nos supieron transmitir: «…que sea un centro de espiritualidad…».
Para ello, a través del carisma propio de nuestra Familia Religiosa del Verbo Encarnado, aspiramos a esto por medio de actividades fundamentales para la vida de todo católico:
Vida Sacramental: Celebrando y participando dignamente de la Santa Misa y recibiendo a todo aquel que necesite del Sacramento de la Penitencia.
Vida de Oración: Abriendo las puertas para quienes deseen compartir el rezo de la Liturgia de las Horas, el Santo Rosario y los dos momentos diarios de Adoración Eucarística. También estamos disponibles para asistir espiritualmente a quien necesite un consejo, ayuda en algún discernimiento o, también, Dirección Espiritual.
Vida de Recogimiento y Penitencia: Aquí radica otro aspecto típico de los monasterios, «acoger al que necesita un lugar de paz y tranquilidad donde hallar a Dios», pues bien lo han dicho los maestros de la vida espiritual: «Dios habla en el silencio». De este modo, contamos con la hospedería, que cumple como función primaria el dar un lugar propicio para quien busca verdaderamente a Dios. Entre sus actividades, organizadas por nuestra Familia Religiosa, contamos con un retiro que se realiza el primer sábado de cada mes en Reparación a los ultrajes cometidos contra el Inmaculado Corazón de María; y la prédica de Ejercicios Espirituales según el método de San Ignacio de Loyola, organizadas en diversas tandas para mujeres y varones.
Además, por nuestra parte, queremos que todo aquel que venga al monasterio encuentre, en el silencio y el recogimiento, lo necesario para que conozcan y amen «las tres cosas blancas» que nos enseñan nuestras constituciones y regla de vida:
A Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía; a Su Madre, la Santísima Virgen María; y al «dulce Cristo en la tierra», el Santo Padre.