
Que del precioso misterio de la Transfiguración del Señor en la cual se manifiesta tan diáfanamente la divinidad de Cristo, saquemos siempre un renovado impulso para perseverar en la dignísima tarea de “difundir la vida de Cristo en los demás, e informar con ella las culturas de los hombres para elevar al hombre” (Dir. de Espiritualidad, 29). ¡Que viva la honrosa tarea de transfigurar el mundo para Cristo! Muchas felicidades para todos.







